Hoy, 8 de Diciembre de 2007, no puedo sino detenerme unos minutos a escribir. Hoy voy a escribir mucho pero a decir poco. Son momentos en los que el silencio tiene un discurso mejor que el mío.
- Tengo mala memoria, no suelo recordar cumpleaños y estoy cansado de oír siempre el típico: -“¿no te olvidas de algo?”- (sonrisa)… Sin embargo, hay ciertos días que jamás olvidaré. Me olvido de la realidad, me olvido de mis sueños; pero no me olvido del olvido. Vivo del recuerdo que algunas personas necesitan borrar para vivir. Lo que a algunos mata, a mi me hace más fuerte. Me come por dentro para alimentarme por fuera.
Hace tiempo rezo a un Dios que no reza por mí. Tiempo, que al subir por mi calle siento como un escalofrío atrofia mi sentido de la amargura. Mi calle, ahora más larga que nunca, se hunde sobre la casa número 8. Jugaba en un equipo de basket, y tuve la gran suerte de llevar el número 8 a mi espalda. El número 8, lo veo en todas partes. Se esconde por miedo a que lo borre de mi lista de números favoritos, pero sigo buscándolo.
Un día, la brújula de Dios se desorientó, perdió el norte, giraba sin sentido. El 8 cambió de significado. El número 8 de la casa de mis vecinos, el 8 que sudaba cada domingo, el 8 feliz de mi vida. Una llamada, desconcierto… el eco de la voz entrecortada de mi madre y los sollozos posteriores, son algo que sentiré siempre que vea un 8. Cómo se puede llegar a destrozar una familia, cómo se puede llegar a sentir tanta frustración, cómo se puede uno ahogar por un nudo en la garganta, cómo se puede perder el sentido de la vida, cómo se puede repetir tantas veces la palabra injusticia… y otras miles y miles de preguntas que me hago al ver el horrible número 8.
Ahora sí, te pongo como la mano que escribe estas palabras. Te mereces la solemnidad que tu muerte no supo darte, te mereces la vida que perdiste, te mereces a ti mismo.
Javi, el día 8 de Diciembre de 2005 te fuiste. Dos años. Dos años larguísimos. Jamás pensé que sería tan duro escribirte. Te juro, que a día de hoy me sigo poniendo de vez en cuando la camiseta con el número 8 en la espalda. Siento tanto peso sobre mí, el peso del sufrimiento de los tuyos, el peso de tu vida. Ese maldito 8 me quema la espalda, pero al ver tu foto abrazado a mí que preside mi habitación; más que nunca quiero que arda esa camiseta en mi piel. El 8 de mi camiseta, el 8 de la casa de tus padres, Javi. Sé que me lees, tendrás internet donde quiera que estés, siempre te encantaron los ordenadores. Por eso hoy, en tu día, quería decirte lo mucho que te extrañamos… Mi hermano abre a menudo el cajón donde guarda toda tu ropa, y es sólo el olor de tus camisetas lo que hace que corra hacia mi cama a llorar tu ausencia. Veo a tu hermano todos los días, me sigo llevando tan bien como siempre con él, y no puedo remediar ver tu cara reflejada en sus pupilas melancólicas. No puedo seguir escribiendo hasta que seque las lágrimas que inundan el teclado sobre el que escribo. Me cuesta tanto escribirte esto, que muchas veces me planteo seguir escribiendo. Sin embargo, seguiré adelante, es lo mínimo que te mereces, aunque sé que no tengo el valor suficiente todavía de visitar tu tumba, te juro que lo haré.
Has unido a tu familia más que nunca, has hecho que cada vez que vea tu coche piense en ti, has hecho cosas que sólo tú puedes hacer. Quiero hablar también en nombre de mi hermano, seguramente sienta tu ausencia más que yo, y sólo de pensarlo me doy cuenta de lo fuerte que es. También de las heridas que tenemos en el labio al mordernos cuando esta puta vida no enseña su peor cara.
Javi, hoy es tu día, hoy te sentimos más cerca que nunca. Espero que el silencio diga todo lo que yo, mi familia, tu familia y todos los que te conocimos, no sabemos decir… Porque un 8 de Diciembre de 2005 supe lo que es querer a un amigo...
Descansa en paz con todos los que se fueron sin irse...
- Tengo mala memoria, no suelo recordar cumpleaños y estoy cansado de oír siempre el típico: -“¿no te olvidas de algo?”- (sonrisa)… Sin embargo, hay ciertos días que jamás olvidaré. Me olvido de la realidad, me olvido de mis sueños; pero no me olvido del olvido. Vivo del recuerdo que algunas personas necesitan borrar para vivir. Lo que a algunos mata, a mi me hace más fuerte. Me come por dentro para alimentarme por fuera.
Hace tiempo rezo a un Dios que no reza por mí. Tiempo, que al subir por mi calle siento como un escalofrío atrofia mi sentido de la amargura. Mi calle, ahora más larga que nunca, se hunde sobre la casa número 8. Jugaba en un equipo de basket, y tuve la gran suerte de llevar el número 8 a mi espalda. El número 8, lo veo en todas partes. Se esconde por miedo a que lo borre de mi lista de números favoritos, pero sigo buscándolo.
Un día, la brújula de Dios se desorientó, perdió el norte, giraba sin sentido. El 8 cambió de significado. El número 8 de la casa de mis vecinos, el 8 que sudaba cada domingo, el 8 feliz de mi vida. Una llamada, desconcierto… el eco de la voz entrecortada de mi madre y los sollozos posteriores, son algo que sentiré siempre que vea un 8. Cómo se puede llegar a destrozar una familia, cómo se puede llegar a sentir tanta frustración, cómo se puede uno ahogar por un nudo en la garganta, cómo se puede perder el sentido de la vida, cómo se puede repetir tantas veces la palabra injusticia… y otras miles y miles de preguntas que me hago al ver el horrible número 8.
Ahora sí, te pongo como la mano que escribe estas palabras. Te mereces la solemnidad que tu muerte no supo darte, te mereces la vida que perdiste, te mereces a ti mismo.
Javi, el día 8 de Diciembre de 2005 te fuiste. Dos años. Dos años larguísimos. Jamás pensé que sería tan duro escribirte. Te juro, que a día de hoy me sigo poniendo de vez en cuando la camiseta con el número 8 en la espalda. Siento tanto peso sobre mí, el peso del sufrimiento de los tuyos, el peso de tu vida. Ese maldito 8 me quema la espalda, pero al ver tu foto abrazado a mí que preside mi habitación; más que nunca quiero que arda esa camiseta en mi piel. El 8 de mi camiseta, el 8 de la casa de tus padres, Javi. Sé que me lees, tendrás internet donde quiera que estés, siempre te encantaron los ordenadores. Por eso hoy, en tu día, quería decirte lo mucho que te extrañamos… Mi hermano abre a menudo el cajón donde guarda toda tu ropa, y es sólo el olor de tus camisetas lo que hace que corra hacia mi cama a llorar tu ausencia. Veo a tu hermano todos los días, me sigo llevando tan bien como siempre con él, y no puedo remediar ver tu cara reflejada en sus pupilas melancólicas. No puedo seguir escribiendo hasta que seque las lágrimas que inundan el teclado sobre el que escribo. Me cuesta tanto escribirte esto, que muchas veces me planteo seguir escribiendo. Sin embargo, seguiré adelante, es lo mínimo que te mereces, aunque sé que no tengo el valor suficiente todavía de visitar tu tumba, te juro que lo haré.
Has unido a tu familia más que nunca, has hecho que cada vez que vea tu coche piense en ti, has hecho cosas que sólo tú puedes hacer. Quiero hablar también en nombre de mi hermano, seguramente sienta tu ausencia más que yo, y sólo de pensarlo me doy cuenta de lo fuerte que es. También de las heridas que tenemos en el labio al mordernos cuando esta puta vida no enseña su peor cara.
Javi, hoy es tu día, hoy te sentimos más cerca que nunca. Espero que el silencio diga todo lo que yo, mi familia, tu familia y todos los que te conocimos, no sabemos decir… Porque un 8 de Diciembre de 2005 supe lo que es querer a un amigo...
Descansa en paz con todos los que se fueron sin irse...
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